jueves, 29 de mayo de 2008

Capítulo F | Lado (Bando)

... que la democracia es una cuestión de “modo” y no una cuestión de “bando”;

En política, lo que se puede avalar éticamente no es estar en una posición o en la posición opuesta, sino el modo de resolver el conflicto generado entre opiniones circunstancialmente confrontantes.
Aunque Jung haya afirmado que “vivimos en una época en que nos surge la percepción de que el pueblo que vive en el otro lado de la montaña no está constituido únicamente por demonios pelirrojos responsables de todo el mal que existe de nuestro lado de la montaña”, la política realmente actual aún es concebida y practicada como una cuestión de ‘lado’ y no como una cuestión de ‘modo’.
De todas las caracterizaciones operativas de la política, la distinción entre “izquierda” y “derecha” fue la que más contribuyó a la incautación de la política como cuestión de ‘lado’, dificultando la comprensión y la práctica de la democracia.
“Izquierda” y “derecha” son nociones que se remontan al final del siglo 18. Y que se consolidaron en el vocabulario y en las teorías políticas a partir de la ideología del Partido Bolchevique, es decir, de las ideas confrontativas de la fracción mayoritaria del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso que condujo la revolución de octubre de 1917. Esa fracción, constituyendo el ala “izquierda”, evocaba la distribución espacial de los miembros en la vieja Asamblea de la Revolución Francesa.
Sin embargo, no es sin razón que conceptos originalmente geométricos hayan adquirido tan fuerte contenido político, o mejor, político-ideológico. El lado en que se sentaban los miembros de una asamblea pasó a indicar con que lado de la sociedad ellos estaban. La topografía del salón de reuniones reflejaba una “ideología tomográfica” de la propia sociedad. Tal como que yo puedo, siempre, dividir – viva geométrica – una sala (en general un cuadrilátero o polígono) en dos lados, también puedo dividir – por fuerza de la ideología – en dos lados el espacio social.
La “izquierda”, mucho más que la “derecha”, fue responsable de la difusión de esa ideología, por cuanto intentó urdir una “ética” sobre ella, instituyéndola como criterio axiológico-normativo. De hecho, toda “izquierda” está constituida sobre la idea de que existe un lado correcto: su “lado”. Ser “de izquierda” es estar al lado de los explotados, oprimidos y dominados contra el otro lado: el lado de los exploradores, opresores y dominadores. Es así que, durante mucho tiempo, se creyó que el fundamental, en política, era estar del lado correcto.
Sin embargo, en la medida en que se multiplican resultados objetivos reprobables de la actuación de la “derecha” (como los genocidios de Hitler) y de “la izquierda” (como los genocidios de Mao), tal ideología va perdiendo verosimilitud. Y va quedándose claro que, del punto de vista ético, no puede existir, en política, un lado correcto. Y en la medida en que, en política, nadie está, a priori, con la verdad, nadie tampoco puede, a priori, ser aprobado éticamente por el hecho de estar situado en un supuesto lado correcto. Tanto Hitler cuanto Mao creían estar del lado correcto. El propio bolchevique (mayoritario) Lenin – responsable, de hecho, por la difusión de la ideología “científica” del lado correcto: el llamado marxismo-leninismo – no podía ser éticamente correcto al introducir, contra la opinión del menchevique (minoritario) Martov, la pena de muerte en el Estado post-revolucionario. Trotski, teórico de una “ética del lado” (tanto que escribió el texto: “Nuestra moral y a de ellos”), no puede ser éticamente probo por masacrar los sublevados de Kronstadt.
La “izquierda” caracterizó la “derecha” como necrófila. Pero incontables barbaridades también fueron cometidas por la “izquierda” el siglo pasado (en volumen, de hecho, incomparablemente mayor), bajo la justificación de su necesidad para el triunfo de la revolución socialista y para la instauración del futuro reino de la libertad (y de la abundancia). Sin embargo si los fines justifican los medios, entonces ya no se puede hablar de ética.
Pasadas tantas catástrofes – inclusive aquella que sepultó el “socialismo real” – sólo alguien muy impregnado de la ideología del bando cierto aún cree que la sociedad humana pueda ser dividida en dos bandos: uno con la verdad y el bien; el otro con el error y el mal. Por increíble que parezca, sin embargo, aún son muchos los que piensan así.
Una alfabetización democrática debería mostrar que, en política, lo que tiene ético no es estar en una posición o en la posición opuesta, sino el modo de resolver el conflicto generado entre opiniones circunstancialmente confrontantes. Pues, finalmente, la política es un modo de resolver conflictos. Desde el punto de vista democrático, no puede ser aprobado ningún modo que impida el ensanchamiento de la libertad, atente contra la vida y la integridad física o psíquica o inflija voluntariamente sufrimientos a los semejantes, como percibió Agnes Heller (1982) al argumentar sobre la imposibilidad de una ética marxista, quiere decir, de una “ética de bando”.
Además, si nadie, mientras polo de un conflicto, posee de antemano la verdad, no se trata, que los demás crean en ellas. Por el contrario, se trata de promover la polinización “mutua” de las ideas, viabilizar el tráfico del pensamiento en vez de exigir alineaciones de posiciones, para que de la interacción de los contrarios (y de los diferentes en general) pueda emerger la construcción de nuevas ideas y prácticas.
Por lo tanto, en la medida en que la política se va desideologizando, o sea, dejando de ser una cuestión de lado y democratizándose, es decir, pasando a ser una cuestión de modo, también se van desconstituyendo las bases axiológico-normativas que impulsaban alguien a ser “de izquierda” o, simétricamente, “de derecha”. Se trata de referencias tópicas ya ultrapasadas por la comprensión de que, en una sociedad cada vez más compleja (con más pluralidad y diversidad) en la cual los bandos son múltiples y las diferencias varias y variables, ya no tiene cabida constituir fuerzas políticas sobre la base de que existen agentes, de un lado de la sociedad, cuyo movimiento contra el otro lado – resulta como prevalencia política, querer por la fuerza, querer por la hegemonía de sus ideas – crea la condición para la transformación de toda la sociedad.
Tal ideología se fundamentaba originalmente en la extraña “teoría” según la cual existía un grupo social cuyos supuestos “intereses históricos”, una vez satisfechos, inaugurarían una era de libertad y abundancia para toda la sociedad humana. “Teoría” que, en el fondo, era una creencia, mítica, de que había una clase social cuyas particularidades, una vez realizadas, se universalizarían. Y que, por lo tanto, el criterio último que debería definir la política era estar al lado de esa clase, que recibió de la propia historia la misión de transformar la realidad social desigual, pero que, para lo tanto, necesitaría hacerse hegemónica en la sociedad.
Los que continúan insistiendo en esas ideas revelan una cierto predisposición para el fundamentalismo y, ineludiblemente, para la autocracia. Es el caso, por ejemplo, de los que continúan intentando salvaguardar el patrimonio de la “izquierda”, como fieles caballeros de la tradición marxista-leninista, los cuales ya no tienen razones filosófico-sociológicas consistentes a su favor, sino sólo una herencia histórico-antropológica a la que no saben como renunciar sin perder el sentido de la propia vida.
Sí, a pesar del esfuerzo más reciente de Bobbio (1994) para esclarecer las razones de la distinción entre “izquierda” y “derecha” como una distinción típicamente política (cosa que ella no puede ser totalmente, exigiendo siempre algún “doping” ideológico), tal distinción refuerza ideas autocráticas, dificultando la incautación – y la práctica – de la democracia como modo pacífico de regulación de conflictos, como veremos en el próximo capítulo (1).

Indicaciones de lectura

Para que no fuéramos acusados de ignorantes, es bueno pasar los ojos en dos referencias contemporáneas del debate sobre las nociones ‘derechistas’ e ‘izquierda’: Eric Hobsbawm: La Era de los Extremos: el breve Siglo 20 (1994) y Norberto Bobbio: Derecha e izquierda: razones y significados de una distinción política (1994). También es interesante espiar la entrevista concedida por Hobsbawm Otávio Dias (publicada en la Hoja de São Paulo: 30/07/95; pp. 5-7).
Pero, vale la pena invertir más tiempo en Agnes Heller: “La herencia de la ética marxiana” (1982) in Hobsbawm, Eric et all. (orgs.) (1982). Historia del Marxismo (volumen 12). Río de Janeiro: Paz y Tierra, 1989.

Nota

(1) Bobbio, Norberto (1994). Derecha e izquierda: razones y significados de una distinción política. São Paulo: Unesp, 1995.

No hay comentarios: